No soy el más experimentado en este lugar, y tampoco el más indicado… aunque sólo por el hecho de pertenecer a la Octava, heredo una responsabilidad y aura única en su tipo. Indescriptible. Inexplicable.
Por lo que he aprendido aquí, siempre es el más nuevo el que escribe y comparte un discurso en ceremonias importantes, como la que nos ha convocado hoy.
Si bien es cierto, al inicio tuvimos ciertas dificultades en comunicarnos, ya que, no es fácil entenderse entre un chileno con acento francés y un austriaco que habla alemán. Por suerte, tenemos el lenguaje de camiones de fábrica, y nos pusimos al día con todo lo que me tenías que enseñar.
Entre juegos de luces, parabrisas e intermitentes, entendí perfectamente todos los modismos que necesitaba al momento de entregar las herramientas que los Bomberos de la aguerrida Octava necesitarían en su trabajo, y claro, te aseguraste de remarcarme la misión de cuidarlos y llevarlos sanos y salvos donde las personas más los necesitaran, ese es el objetivo principal.
Al pasar cierto tiempo, siendo joven aquí, recuerdo con cariño la primera vez que salimos juntos a una alarma de incendio. Yo creyéndome el más “lolo” (como dicen aquí) con mi caja automática bruta robotizada, y más HP en mi motor. Apronté mi salida para concurrir lo más rápido posible, cuando en eso veo a la distancia unos destellos rojos y blancos. Ya eras tú quien tenía la delantera, surcando calles, cortando la brisa de la incertidumbre, de tan liviano paso, y cuando llegue a tu lado me recibiste con un “¿qué pasó muchacho? ¿tus caballos no corren tanto como una caja mecánica?”. Y ahí comprendí que es el conocimiento lo que define tu desempeño, y es la calidad la que impulsa la confianza.
Corría un lluvioso invierno en la capital, estábamos conversando como de costumbre, uno al lado del otro, tú disfrutando un tibio aceite y yo, más moderno, unos electrodos, cuando han dado la alarma en el sector oriente. Y saliste (como si no lo hicieras nunca [irónico]) mientras yo me quedé esa noche, guardado. Pasaron las horas, y todavía no volvías. Con la Mecánica nos estábamos preocupando, porque por radio algo habíamos escuchado, pero nada nos indicaba sobre ti.
Ya muy de madrugada llegaste, algo más lento de lo normal, y cansado. Entraste, ellos te secaron y te cobijaron para al día siguiente ir a la mantención correspondiente. Esta vez, era algo más larga de lo común, por unas actualizaciones y cambios en ti.
En eso, ella: nuestra amiga mecánica, que es algo más tímida, se posiciona a mi lado, tomando tu lugar, y me comenta “bien muchacho… ahora es tu turno… tú sabes que él es un veterano en experiencia, pero humilde de presencia, heredero de la destreza de hachas y escalas, defensor de la tradición… por este tiempo… tú, tú muchacho, haz de estar a su altura”. Verdaderamente no comprendí al instante a qué se refería, sólo que debía reemplazarte por un momento.
¿Yo, volviéndome el principal? ¿La máquina más importante de la Octava? ¿La que nunca deja de estar fuera de servicio? Realmente, no lo podía creer. Esos días fueron muy largos, ya no había noche que pudiera descansar, era salida tras salida, un ritmo muy intenso, muchas emergencias que atender, tanto como carro Porta Escalas como de Rescate. Claro, soy el más joven aquí, pero mantener ese estilo de vida es verdaderamente difícil.
Pero ya descubrí tu secreto para estos 17 años de servicio que llevas. ¿Creíste que no lo iba a averiguar? Ahora lo sé, aunque me has dicho que no lo comparta, encuentro importante que el nuevo lo sepa.
“No hay malas tripulaciones, sólo malos líderes.”
Ese es tu secreto. Tú eres capaz de convertirte en el líder de la Octava, de despertar el más noble sentimiento del voluntariado, hacer vibrar los corazones de estos Bomberos, dar temple de alivio a los ciudadanos, unir a tus bomberos en tu pasillo y ser su fuerza en las emergencias.
Eres el principal, la esencia pura de la Octava y porque no… sin hablar, ser su consejero al sólo mirarte.
Hoy, no eres tú quien nos deja, y tampoco nosotros los que te dejamos. Hoy, es tu egreso de esta dura e intensa especialidad, de hachas, ganchos y escaleras. Haz de ir a otros lugares a enseñar y forjar almas en el fuego, con ese valor impulsado por un divino anhelo, que no conoce derrota ni temor.
Bienaventurados tus nuevos alumnos de esta doctrina, que han de recibir al mejor expositor. Esperamos que tengas los mismos cuidados y cariños que has recibido aquí.
Gracias a ti, hoy podemos seguir.
Te saluda
Carro de Rescate Técnico Pesado RX-8
“Urmeneta y Eastman”